Leer
Menos mal que,
además de guerras y de hambrunas, además de criminales y fanáticos, existen
también libros en el mundo. Decía Camus que la literatura era la mejor arma que
tenemos los humanos para comunicarnos y para luchar contra el horror y el caos.
Pienso en sus palabras estos días, mientras me paseo por la estupenda Feria del
Libro de Madrid, atestada de casetas, de viandantes y del maldito polen
primaveral. Y recuerdo a John Clyn, aquel humilde monje irlandés que en 1348,
durante la Gran Peste que aniquiló en menos de un año a la mitad de la
población europea, vio morir uno tras otro a todos sus hermanos de
congregación. Antes de caer él también víctima de la enfermedad bubónica, Clyn
escribió con todo cuidado el relato de lo sucedido y dejó al final espacio en
blanco en su pergamino para que otras manos pudieran continuar su trabajo,
"si alguien de la estirpe de Adán sobrevive a la pestilencia". Cuánta
esperanza se necesita para hacer algo así en un momento en que parece que el
mundo se acaba. Con similar empuje, la pequeña Anna Frank escribía su diario
frente a ese otro Apocalipsis provocado por Hitler. Y lo cierto es que, de
algún modo, Clyn y Anna vencieron a la peste y a los nazis. Cada vez que leemos
sus textos o les recordamos, encendemos una vela contra la oscuridad.
Lectores y
escritores (que a su vez también son lectores) formamos una larga cadena a
través del tiempo y del espacio, y nos vamos pasando de mano en mano esas
pequeñas llamas temblorosas que al final terminan iluminando el mundo. Leer y
escribir son actos de reafirmación de la vida. Se trata de un logro colectivo,
porque individualmente somos muy poca cosa. Clara Obligado, en su interesante
obra La sonrisa de la Gioconda (Temas
de Hoy), dice que, si leemos un libro a la semana desde los 10 años hasta los
80, al final sólo habremos leído unos 3.600. ¡Qué pocos! Redoblo el ritmo de
mis lecturas, cumpliendo con pasión la cuota que me corresponde como eslabón de
esta cadena de palabras. Y por otro lado, y a la luz de estas cifras tan exiguas,
¡qué suerte increíble y qué privilegio que haya personas que leen lo que
escribo! A todas y cada una de ellas, muchas gracias.
Rosa Montero, “El País”, 30 de mayo de 2006.
OPINIÓN PERSONAL DE ANTONIO LÓPEZ.
Para
empezar, localizaremos brevemente el texto,
está escrito por Rosa Montero, periodista, psicóloga y colaborada
habitual del periódico “El País” durante veinte años, en el que está publicado
este texto.
Nos
encontramos ante un texto completo, lo que facilitará su análisis, es un texto
periodístico, más concretamente un artículo de opinión, donde se permite la
subjetividad como veremos posteriormente, en este predomina la exposición y la
argumentación, aunque también aparecen formas narrativas, relatos sobre
personajes históricos, si bien al servicio de las otras. Como hemos dicho
anteriormente, este artículo pretende motivarnos a la lectura por lo que su
intención es persuasiva, es por esto que la función del lenguaje predominante
será la apelativa, en el fondo una llamada de atención al lector, aunque
también aparece la función expresiva propia del género.
Para
continuar con este comentario, pasaremos a valorar e interpretar algunos
aspectos que nos han llamado la atención. En cuanto al tema, la importancia de
la lectura, aunque es una idea que puede
resultar manida, se le da un tratamiento bastante novedoso, haciendo un repaso
por algunas figuras históricas que se adecúan a su propósito. La lectura, eje
de esta composición, es algo de absoluta vigencia y universalidad ya que
acompañado a la historia del hombre y, es más, la constituye. La defensa de
esta, verdadera intención de Rosa Montero, es un tema de máxima actualidad que aparece
de forma cíclica en los telediarios.
En
mi opinión, último bloque de este comentario, la elección del tema por parte de
la autora es totalmente acertada. En ocasiones, he reflexionado sobre el hecho
de que la lectura nos ha acompañado desde que tenemos uso de conciencia, y, en
un sentido más amplio, la necesidad de compartir vivencias, sentimientos,
emociones, creo que es algo inherente al ser humano. Pienso que somos seres
narrativos, tenemos la necesidad de contar, de novelar nuestras vidas, ya sea
desde una estructura simple como un tuit, o desde una estructura más compleja
como cualquier manifestación literaria. Buen ejemplo de esto son John Clyn y
Ana Frank que defendieron este argumento en vida relatándonos sus últimos momentos.
Por
otro lado, es un tópico en los medios de comunicación, como señalábamos
anteriormente, oír hablar de la “crisis del libro”, agoreros que vaticinan su
fin porque los jóvenes cada vez leen menos, sin embargo pienso que esta no es
cierta ya que los datos no lo confirman y , además, ahora se lee en otros
soportes, bajo otros continentes, canciones, blogs, cómics…por lo que los
amantes de la lectura podemos estar tranquilos.
Al
leer este artículo, no he podido dejar de recordar otras obras que tratan sobre
los libros y su lectura como “Fahrenheit 451”, donde los bomberos tienen la
función de quemar los libros que el gobierno ha prohibido, o, incluso, “Don
Quijote de la Mancha”, con su famosa quema de libros. Es sabido que cuando un
gobierno quiere controlar a una población, la primera medida es controlar la
cultura, esa “llama temblorosa”. Si analizamos las razones nos llevará a decir
que lo libros nos hacen más libres, nos hacen conocer otras realidades, y , en
definitiva, menos manipulables. Es por tanto nuestra obligación, como bien dice
el texto, mantener esa llama temblorosa si queremos poner algo de luz en este
mundo.
De
todo lo visto, y ya para terminar, hemos analizado un artículo de opinión que
pretendía convencernos de la importancia de la lectura, y de la escritura.
Pienso que ha conseguido su objetivo mediante una serie de argumentos variados
y convincentes, ejemplificando y aportando datos, e, incluso, aportando un
componente emocional. Después de su lectura, me ha hecho reflexionar e,
incluso, me ha motivado a dedicar más horas a la lectura.
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